"El mundo es como un libro abierto, quien no viaja sólo ha leído la primera página"

Un tomate en Tana Toraja

No recuerdo el título del primer libro que leí sobre los toraja, pero sí recuerdo todo lo que explicaba.
Entre fascinación e incredulidad cerré el libro y pensé: "Cuánto me gustaría poder verlo con mis propios ojos....".

Años más tarde allí me fui: a comprobar con mis propios lo que ese libro contaba. Parecía un poco arriesgado y quizá peligroso porque hacía tan solo unos años que se habían producido conflictos religiosos en el centro de Sulawesi. No obstante, allí me fui segura de que nada malo me iba a suceder.

Cuando llegamos a Makassar (Ujung Padang) no teníamos muy claro como llegar a Tana Toraja, pero una señorita muy amable nos explicó que debíamos coger un bus en la estación para llegar a Rantepao, el mejor punto para explorar la región. 


En el aeropuerto cogimos un bus a la ciudad por unas 15.000 IDR cada uno. En él conocimos a otros viajeros que también se dirigían a Tana Toraja asi que decidimos compartir transporte y conocimientos.
La mejor opción parecía ser ir hasta Pare Pare y desde allí coger transporte hacia Rantepao. Unas 3 horas de viaje de Makassar a Pare Pare y 6 horas de Pare Pare a Rantepao. Todo ello por una carretera llena de baches y con muchas curvas.


La primera parte del viaje la hicimos en una furgoneta con más gente, las ventanillas bajadas, a pleno sol y con un calor asfixiante. En la furgoneta conocimos a tres chicas indonesias que querían practicar su inglés con nosotros y nos hicieron el viaje mucho más agradable. Que te canten el Happy Birthday en una furgoneta destartalada cargada de indonesios no tiene precio!!!

Una vez en Pare Pare negociamos nuevamente el transporte hacia Rantepao y por unas 200.000 IDR (total para 4 personas) conseguimos un coche que nos llevase a nuestro destino. Como teníamos algo de hambre le pedimos al conductor, que resulto ser dentista, que parase en un restaurante. Él nos explicó, con sus escasos conocimientos de inglés, que era el Ramadán y que nos disponíamos a cruzar una de las zonas más musulmanas de Sulawesi. Así que además de estar todos los restaurantes cerrados, no estaría bien que alguien nos viese comiendo. Entonces Ulla, nuestro dentista-conductor, nos llevó a casa de su hermana para que allí pudiésemos comer algo.

  El viaje hasta Rantepao fue agotador, pero los paisajes que atravesábamos eran impresionantes.
Nada más llegar nos informaron que al día siguiente había un funeral y ese era nuestro objetivo en Tana Toraja. Se nos presentaron varios guías para llevarnos pero rechazamos amablemente sus servicios: es más emocionante hacerlo por cuenta propia y sabíamos que los toraja son gente muy amable con los turistas.

Por la mañana temprano decidimos alquilar una moto para explorar la región más libremente y a nuestro aire. El chico al que le alquilamos la moto nos explicó donde era el funeral y nos escribió unas palabras en toraja para que pudiésemos preguntar: "Ada pesta orang mati di Maruan".
Con ésto y la ayuda de un mapa pudimos explorar Tana Toraja.

Encontrar el sitio donde se celebraba el funeral fue bastante fácil porque en Maruan, cerca de Rantepao, y los lugareños nos indicaban amablemente por donde ir.
Al llegar fuimos recibidos de una forma muy acogedora, parecíamos ser los únicos turistas allí y nos indicaron donde nos podíamos sentar para ver mejor lo que allí acontecía. Había mucha gente.
 Pronto distinguimos a un grupo de turistas acompañados de un guía que nos indicaron que lo correcto sería hacer un regalo a la familia del difunto, ellos le habían entregado unas cajetillas de tabaco. Sabiendo ésto, en cuanto pudimos, compramos un poco de tabaco. Preguntamos y un hombre que sabía algo de inglés nos llevo en presencia del que parecía ser el patriarca de la familia. A él le entregamos las cajetillas y nos invitó a comer con su familia.

Desde allí vimos el espectáculo, traían cerdos una y otra vez, los vaciaban y troceaban. No llegamos a ver como mataban a los búfalos, había 3 muertos ya cuando llegamos, pero durante toda la mañana estuvieron matando animales, uno tras otro. Lo más impactante para mí fue ver como los cerdos esperaban su muerte atados a un palo de bambú mientras veían como mataban a sus semejantes.  El número de búfalos que se matan en un funeral depende de la clase social y prestigio de la familia. He conocido gente que ha presenciado la muerte de 64 búfalos. Así que sabiendo ésto, nuestro tomate (así le llaman ellos a estas celebraciones) fue muy pequeño. No obstante, fue una gran sangría.
Los toraja hacen estos sacrificios de animales para redimir los pecados que haya podido cometer el difunto. Los nobles deben matar un mínimo de 30 búfalos, los de clase media deben matar sobre 12 y los de clase más baja pueden sacrificar varios cerdos. El búfalo albino es el más valorado y puede llegar a tener un precio de unos 20.000€, pero normalmente sólo lo compran las familias más ricas.

La preparación de un funeral toraja puede llevar desde tres meses a dos años, dependiendo del tiempo que la familia tarde en ahorrar el dinero necesario para costear un gran funeral. Durante todo ese tiempo, mantienen al difunto en la parte más meridional de la casa y es tratado como un enfermo, se le ofrece comida e incluso se le saluda. Según nos han dicho, se celebran dos funerales: uno cuando muere, reservado sólo a la familia más directa; y el otro, tras la cosecha, al que acuden los vecinos y demás familiares.
Los toraja creen que cuando una persona muere su espíritu queda en el lugar, junto a sus seres queridos, hasta que se le celebra el funeral. Por eso mismo los realizan de una forma tan espectacular, en la que todos son bienvenidos, con muchos animales y al que acuden todos los familiares y vecinos. Si el funeral es muy fastuoso, el difunto quedará satisfecho y velará desde el otro mundo por sus familiares, en cambio, si el funeral no es de su agrado traerá desgracias y mala suerte.
 El tomate puede llegar a durar hasta una semana y se realizan sacrificios de animales, bailes, cantos, etc.

Los toraja, aunque han sido convertidos al cristianismo, siguen manteniendo sus tradiciones animistas y el culto a los antepasados, sobre todo en el tema de la muerte.
El último día, los ataúdes son colocados en cuevas o en nichos hechos en la roca de una colina. Los bebés, a los que aún no les han salido los dientes de leche, son colocados en un hueco en la corteza de un árbol que posteriormente se irá sellando a medida que el árbol se va regenerando, acogiendo así al bebé en su interior. Ésto lo realizan así porque consideran que los bebés son fruto de la naturaleza y de esta forma vuelven a ella.
Antiguamente se colocaba a la entrada de las cuevas o en las colinas donde se enterraban, unas figuras talladas a imagen del difunto conocidas como "tau tau" pero ahora esta práctica se limita a las clases nobles debido a su elevado coste.

El resto del tiempo en Torajaland lo pasamos disfrutando de los alrededores y visitando pueblos como Lemo, Londa o Kete Kesu donde se pueden ver tumbas en la roca, ataudes colgantes, cuevas mortuorias e innumerables togkonans. El camino que conduce a Batutumonga es increíblemente bonito y se pueden ver tumbas de bebés en los árboles e infinidad de campos de arroz.
He de destacar que el camino a Rantepao es muy largo, pero merece la pena visitar esta zona de Sulawesi por sus paisajes impresionantes, sus extrañas costumbres mortuorias, los lugares macabros que se pueden visitar....Pero sobre todo por la amabilidad de la etnia toraja!!!























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